Cuento

El Maestro Mosquito


Autor:Cuqui Gafitas
torero de peluche

Cuando mis padres se divorciaron, me fui a vivir con mi abuela, la mujer más valiente, práctica y resolutiva del mundo. Ella me enseñó a jugar con todo lo que veía y tenía. Cuando algo me gustaba, como no lo podíamos comprar, lo hacíamos juntos. Fueron los momentos más bonitos y felices de mi vida, sobre todo cuando no lo conseguíamos, como cuando comezábamos haciendo un camión de una patata y al final sólo salía un carro de vacas y mal hecho o terminábamos echando la patata al puchero.
Desde muy chico había aprendido a valorar a la gente por el valor que yo tengo para ella, así pues, si no se interesaban por mí, yo pasaba de ellos.
En el pueblo no había niños y, cuando venían algunos turistas, casi todos eran mayores, pero yo tenía la habilidad y la magia de conseguir llamar su atención y jugar con todos ellos sin que pudiesen darse cuenta. Esto me hacía sentir grande, poderoso y que un día mis sueños se cumplirían. Aunque mis ideas estrafalarias funcionaban casi siempre y conseguía que hiciesen lo que yo quería, no siempre resultaba en el primer intento.
Un día llegaron unos abuelitos al pueblo, como no conseguía que se parasen a mirarme, se asomasen por la ventana o me sacaran fotos, se me ocurrió vestirme de torero con un traje de mi padre que encontré en el desván de cuando fue novillero. Me gustaban los toreros, pero los toros no, y si a mí no me gustaban ¿cómo le iba a gustar a los demás mi actuación?
Para trasmitir la emoción de mi espectáculo taurino a los demás tenía que sentirlo y disfrutarlo yo mismo. Como le tengo miedo a los toros, lo que sentirían todos los que me vieran sería mi miedo y mi fracaso. Por eso decidí montar mi coreografía con mis amigos, los únicos que tenía en aquel momento; una mariposa y dos mosquitos.
Ninguno se reía de mí, todos se reían conmigo y me felicitaban por la gran idea que había tenido.

torero de peluche toreando dos mosquitos y una mariposa

La abuela me hablaba de mi madre, de como era, cómo le gustaría que fuese yo y, sobre todo, me enseñó a mirar al cielo y pensar que haría ella o que me diría en esos momentos que todos tenemos en algún momento y no sabemos como reaccionar, que hacer o que camino coger en la vida.

Cuando fui mayor llegó ese momento de mirar al cielo y decirle mamá ¿qué hago? y sentí que me decía: "Hijo, toros no".

Decidí, entonces, ser empresario, montar mi propia empresa como torero con la mariposa y los dos mosquitos y, lo único que conseguí fue el apodo de "Torero de Mosquitos".

Cuando ofrecía mis servicios, nadie me quería contratar, nadie entendía que se podía ser torero con dos mosquitos y sin un toro.

Todo comienzo es difícil; tenía que trabajar muy duro si quería conseguir trabajo y triunfar.

torero de peluche toreando cuatro toros de cartón

Tenía que hacer algo diferente, necesitaba un toro para ser torero. Tenía que inventar un espectáculo moderno y diferente. Tenía que estar enamorado de mi trabajo y no tenerle miedo a los toros.

Así que preparé unos toros de cartón pintados de negro y untaditos con miel para que mi mariposa y los dos mosquitos no se aburrieran y se escaparan.

Monté mi plan de marketing presentando así mi espectáculo:"Esta tarde voy torear cuatro toros a la vez encima del pararrayos de la catedral con una mariposa y dos mosquitos".

Llenaba todas las plazas en las que actuaba y conseguí ser el mejor torero de toros de cartón de todos los tiempos.
A partir de entonces fui ya respetado y querido por todos como el "Maestro Mosquito" y gané mucho dinero.